siempre hay algo que contar...

miércoles, noviembre 19, 2008

felicidad...

En estado natural, el ser humano no es desgraciado. La felicidad habita en nosotros, en el fondo del pasillo, segunda puerta a la derecha, de nuestro corazón. En ocasiones sale a dar una vuelta y se refugia en una canción, en una mirada o en el horizonte de un paisaje. Y otras veces, un golpe de viento cierra su habitación sumiéndonos en una ingobernable oscuridad. De nosotros depende reabrirla para garantizar el fluir normal de la alegría. Coger la felicidad con las yemas de los dedos y quitarle el polvo, lavarle la cara, limarle las uñas, cambiarle el jersey y dedicarle alguna palabra tierna; “Buenos días. Hoy estás preciosa”. De este modo, la felicidad crecerá fuerte, sana y equilibrada. Se desplazará liviana a través de los túneles anímicos que nos conectan con la realidad. Así, tranquila y confiada, maquillará nuestro entorno con su lápiz de sorpresas y satisfacciones. Nos proveerá de una sonrisa, una caja de ilusiones y una varita con la que convertir cada momento en especial e indispensable. Es mucho menos complicado de lo que creemos. La amargura, la ansiedad y el desconsuelo son tan sólo parásitos que nos invadirán mientras les permitamos hacerlo. Nos cegarán, nos herirán y nos tumbarán con tal soltura y energía que nos creeremos incapaces de quitárnoslos de encima. Creeremos que son ellas, y no la felicidad, nuestras parejas de baile. Y no es así. La felicidad no es la meta sino el camino, el vehículo y el mapa. Si la cuidamos, si la respetamos y si confiamos en ella, ella hará su trabajo. Y lo hará bien. No tengáis ninguna duda.