siempre hay algo que contar...

viernes, noviembre 28, 2008

un día de lluvia...

La lluvia no caía sino que se posaba. Las plantas se hidrataban y todo el bosque rezumaba la esencia de la tierra humedecida. Las arañas recién nacidas jugaban a meterse en las gotas que quedaban presas en la tela de su madre. Se partían de risa viéndose más grandes y grotescas a través de esas burbujas acuáticas. Por turnos, aguantaban la respiración todo lo que podían y salían entre tos y risas. Algunas conseguían sacar las patas y caminar envueltas en aquella coraza transparente. Su inocente torpeza las hacía encantadoras. Mamá, con la preocupación de un tutor pero con la indulgencia de una amiga, las vigilaba desde el centro de su diana de seda. Bajo el árbol, dos sapos aburridos las observaban con la vana esperanza de que alguna se precipitara hasta sus enormes bocas. Los días de lluvia eran nefastos para la caza ya que nadie revoloteaba junto a la charca. Pero eran geniales para la práctica de su deporte preferido. Subidos sobre un nenúfar, jugaban a ver cuál de los dos aguantaba más tiempo el equilibrio. La gran flor flotante se sacudía con las gotas de lluvia y el pequeño oleaje que éstas generaban. Y los anfibios surferos lo pasaban de lo lindo, olvidándose del hambre y entregados a su rodeo vegetal (…)


(…) probablemente no continuará…

jueves, noviembre 27, 2008

pereza...

Aquella noche murieron todos los girasoles. Los gatos se pelearon hasta entrada la madrugada produciendo estridentes sonidos que despertaron e hicieron llorar a los niños. El llanto de los niños alarmó a los adultos y, en unos minutos, las ventanas de todas las casas se iluminaron como si fuera de día. Todo cambió. Las personas que hasta entonces habían sonreído dejaron de hacerlo. La ilusión abandonó sus pequeñas cárceles sin barrotes y todo aquello capaz de abrigarlos de esperanza se evaporó, así, súbitamente, como si nunca hubiera existido nada más que aquel dolor punzante en la boca de sus estómagos. La niebla y la oscuridad fueron avanzando hasta ocultar los colores. Y el mundo, en un instante, adquirió el cariz monocromático de las cosas sin sentido. Aquella noche todo lo que importaba dejo de importarles. Todo lo que destacaba en el rol de necesidades se borró de un plumazo convirtiéndose en minucia y en capricho. Así, las cosas, las ideas y las fechas pasaron de vitales a absurdas. Lo valioso pasó a no valer nada pues había sido tan sólo el quehacer anodino y egoísta de los que se saben amparados. Y ante el desamparo, el espejo escupía miedo, rabia y pereza. Pereza de sufrir. Pereza de seguir. Pereza de intentarlo.

jueves, noviembre 20, 2008

tu carta...

Recorreré el mundo hasta localizarte. Mares, cielos y continentes. Te encontraré y, cuando eso suceda, te devolveré corregida la bazofia de carta con la que me abandonaste, daré media vuelta y volveré a casa.

miércoles, noviembre 19, 2008

felicidad...

En estado natural, el ser humano no es desgraciado. La felicidad habita en nosotros, en el fondo del pasillo, segunda puerta a la derecha, de nuestro corazón. En ocasiones sale a dar una vuelta y se refugia en una canción, en una mirada o en el horizonte de un paisaje. Y otras veces, un golpe de viento cierra su habitación sumiéndonos en una ingobernable oscuridad. De nosotros depende reabrirla para garantizar el fluir normal de la alegría. Coger la felicidad con las yemas de los dedos y quitarle el polvo, lavarle la cara, limarle las uñas, cambiarle el jersey y dedicarle alguna palabra tierna; “Buenos días. Hoy estás preciosa”. De este modo, la felicidad crecerá fuerte, sana y equilibrada. Se desplazará liviana a través de los túneles anímicos que nos conectan con la realidad. Así, tranquila y confiada, maquillará nuestro entorno con su lápiz de sorpresas y satisfacciones. Nos proveerá de una sonrisa, una caja de ilusiones y una varita con la que convertir cada momento en especial e indispensable. Es mucho menos complicado de lo que creemos. La amargura, la ansiedad y el desconsuelo son tan sólo parásitos que nos invadirán mientras les permitamos hacerlo. Nos cegarán, nos herirán y nos tumbarán con tal soltura y energía que nos creeremos incapaces de quitárnoslos de encima. Creeremos que son ellas, y no la felicidad, nuestras parejas de baile. Y no es así. La felicidad no es la meta sino el camino, el vehículo y el mapa. Si la cuidamos, si la respetamos y si confiamos en ella, ella hará su trabajo. Y lo hará bien. No tengáis ninguna duda.

martes, noviembre 18, 2008

Esputo...

Fue hace mucho mucho tiempo, tanto que das para atrás en la agenda del móvil y ni siquiera llegas. Antes de los Euros, de los paneles solares, del botón de rellamada y de las caras esas amarillas de acid. Los hombres, las mujeres y los unicornios luchaban por hacerse con el poder en las lúgubres tierras Franciscas (opacas). Cada bando defendía su territorio con mentiras y escupitajos, que eran entonces las únicas armas de destrucción masiva (+16%). Los unicornios no sabían mentir pero eran expertos en el manejo del escupitajo. Eran tiempos de corrupción (si eres mi colega, pillas a piñón) y nadie se fiaba de nadie. Fue entonces cuando todo cambió. El pueblo de las mujeres dio el primer paso y decidió que su princesa Esputa se casaría con un miembro de uno de los clanes rivales. Eran muy listas y sabían que esa unión dejaría en desventaja a hombres o unicornios, facilitando así la expansión mujeril. Esputa (la llamaban así por lo bien que escupía) recibió en la corte a los dos pretendientes. Durante semanas, hombre y caballo demostraron sus artes con el fin de encandilar a la princesa. Por inteligencia, nobleza y dotación reproductiva, la decisión era unánime: las mujeres preferían al unicornio. Todo parecía acabado. Todo neutro. Todo gaussiano. Pero fue entonces cuando el hombre, abocado a la extinción en un mundo de centauros cornudos, utilizó sus artimañas (con tus truquitos me engañas). El príncipe Malmeto, en un gesto afable de conciliación, invitó a cenar a Rocky Nante, heredero unicornio, la noche anterior al gran nombramiento. La estrategia era sencilla: cebar y cebar al agradecido equino (hay quien viva). Cientos de sabrosos manjares sobre la mesa a los que Rocky no pudo negarse. A la mañana siguiente todo el reino estaba reunido en palacio, engalanado para la gran recepción. Y ahí empezó el ocaso ecuestre. Malmeto ya estaba situado junto a la princesa cuando empezaron los gritos. La entrada de Nante fue apoteósica. Desde el inicio de la alfombra roja hasta el mismísimo trono, el animal fue defecando por todos los rincones. Rocky, víctima de su incontinente naturaleza, defecó sin parar sobre muebles, escalones y paredes. Las mujeres, de recta pulcritud, no se lo podían creer. Era tal revuelo que el hípico aspirante fue expulsado de palacio por semejante falta de respeto mientras Malmeto sonreía ante la perfecta ejecución de su plan. Así fue como hombres y mujeres llegaron a dominar la tierra.
Los unicornios, sometidos, desaparecieron dando lugar a una raza más simple. Hoy en día, sus descendientes, aun heridos por el fatal desenlace, defecan en nuestras calles en señal de protesta.

lunes, noviembre 17, 2008

insomnio...

Los árboles parecen abrazarse por la noche.
Las nubes cubren a veces la luna.
El tic tac del reloj suena demasiado alto.
Multitud de ojos brillan en un horizonte negro.
El silencio es tan sólo una quimera.
Incluso lo conocido, a oscuras, suena peligroso.
Los murciélagos se alimentan de las nubes de mosquitos que se sitúan bajo las farolas.
Cuesta mucho no pensar.
Las sombras de los olivos te recuerdan a Tim Burton.
Muchísimos animales viven de noche.
El viento hace música con las hojas.
Los muebles tienen la facultad de crepitar.
La lluvia jamás es constante.
Siempre hay alguien en la calle.


Gracias, insomnio, por enseñarme tantas cosas.

viernes, noviembre 14, 2008

astral...

Dicen que de noche podemos volar. Bueno, no todo nosotros sino sólo nuestra parte inmaterial. Dicen que viajamos lejos y vemos sitios y encontramos a gente a la que queremos encontrar. No se muy bien cómo funciona. No tengo claro si se consigue a través de la concentración o si, simplemente, ocurre. También es probable que no le pase a todo el mundo y que la mayoría carezcamos de esa capacidad innata. Si es así, qué pena. Parece ser que va mucho más allá que un sueño. Dicen que es real, que estás consciente. De hecho, dicen que al terminar tu viaje rehaces el camino a gran velocidad hasta volver a la cama y reocupar tu cuerpo. Dicen que ves el mar, la ciudad, los tejados, incluso a ti mismo durmiendo. Que vuelas, vamos. Debe ser increíble.

Proyección astral, lo llaman. Qué envidia.