Para los que no tenéis mucho tiempo os ahorraré los pormenores: chico muerto, chica muerta y dos postales mojadas, una en cada bolsillo trasero.
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Aquella mañana, Juan y Matilde quedaron en la estación de autobuses. Desayunaron un cortado y un café con leche, dos napolitanas de chocolate y una botella pequeña de agua con gas. No hablaron. Se dedicaron a mirarse, entrelazar despacio sus manos e intentar no llorar. Juan sacó de su bandolera dos postales y dos billetes de autobús. Colocó sobre cada postal un billete y las dobló concienzudamente. Después las barajó bajo la silla y tomó una en cada mano. Con la mirada clavada en el suelo, cerró los puños y los extendió hacia Matilde. Ella eligió la mano derecha, la abrió con delicadeza, miró su postal y la guardó en el bolsillo mientras tragaba saliva. Juan miró su postal y también la guardó. – La tuya es más bonita – le dijo, y ambos rompieron en un llanto nervioso maquillado de sonrisa.
Pagaron el desayuno y caminaron abrazados hasta el vestíbulo de los andenes. Al despedirse lloraron de nuevo. Con la voz absolutamente quebrada y las manos sosteniendo contra su pecho la cabeza de Matilde, le susurro -Te quiero y te querré allá donde vaya-. -Yo también a ti- respondió, como pudo, Matilde. –Adiós- dijo Juan, -Se fuerte- y cada uno enfiló por un túnel distinto.
Durante el trayecto, de 3 horas, Matilde se dedicó a mirar por la ventanilla, con la vista perdida en algún horizonte indeterminado, hasta que se quedó dormida. Juan se pasó leyendo las 8 horas del suyo, incluida la parada en la que todos los demás bajaron.
Dos meses más tarde los medios se despertaron con la noticia. Osvaldo F.T., un turista que practicaba espeleología en la Cueva de Tilo, en el norte del país, acababa de encontrar el cuerpo sin vida de una joven de 19 años. Por la descripción, las autoridades supieron de inmediato que se trataba de Matilde. El caso de la pareja de adolescentes desparecidos se había hecho un hueco entre los programas sensacionalistas causando conmoción en todo el país. Durante todo el día, examinaron y dragaron la cueva sin éxito en busca de Juan.
La única pertenencia encontrada en el cadáver de la chica era una postal doblada en el pantalón de su bolsillo. A pesar de la humedad y el deterioro, comprobaron que no había nada escrito en su reverso. Lo que desconcertó a los investigadores fue que la postal mostraba la imagen de otra cueva, la Cueva de Agra, situada a más de 800 kilómetros del lugar en el que habían encontrado a Matilde.
Cuando localizaron el cuerpo de Juan se quedaron estupefactos. En su bolsillo, una postal doblada con la imagen de la Cueva de Tilo.