siempre hay algo que contar...

jueves, noviembre 27, 2008

pereza...

Aquella noche murieron todos los girasoles. Los gatos se pelearon hasta entrada la madrugada produciendo estridentes sonidos que despertaron e hicieron llorar a los niños. El llanto de los niños alarmó a los adultos y, en unos minutos, las ventanas de todas las casas se iluminaron como si fuera de día. Todo cambió. Las personas que hasta entonces habían sonreído dejaron de hacerlo. La ilusión abandonó sus pequeñas cárceles sin barrotes y todo aquello capaz de abrigarlos de esperanza se evaporó, así, súbitamente, como si nunca hubiera existido nada más que aquel dolor punzante en la boca de sus estómagos. La niebla y la oscuridad fueron avanzando hasta ocultar los colores. Y el mundo, en un instante, adquirió el cariz monocromático de las cosas sin sentido. Aquella noche todo lo que importaba dejo de importarles. Todo lo que destacaba en el rol de necesidades se borró de un plumazo convirtiéndose en minucia y en capricho. Así, las cosas, las ideas y las fechas pasaron de vitales a absurdas. Lo valioso pasó a no valer nada pues había sido tan sólo el quehacer anodino y egoísta de los que se saben amparados. Y ante el desamparo, el espejo escupía miedo, rabia y pereza. Pereza de sufrir. Pereza de seguir. Pereza de intentarlo.