al final...
Al final no nos darán las gracias. Ni nos recibirán en comparsa aquellos que creímos tener a nuestro lado. Al final no sumarán las horas perdidas en sistemática rutina a lo largo de décadas. Quizá sea eso, la decadencia, el repetirse en vacío durante décadas. Al final no obtendremos de la división el resultado esperado. La inversión en valores guardados entre algodones resultará improductiva. Al final, al final de todo, no nos juzgarán por nada que hayamos hecho o dejado de hacer. Ni nos reubicarán en las zonas donde descanse la pureza. Que va. Al final no habrá calma, ni paz, ni visiones esféricas del mundo abandonado. No habrá resúmenes de las cotas alcanzadas, ni enormes puertas de espacios prometidos. Al final no seremos más que eso, un final, una nada que se diluye entre torpes aspavientos. No habrá eternidad en el alivio de las nubes, ni en la tortura de fuego. No habrá confeti ni serpentinas, ni marcas de agua sobre los expiados. Al final nadie hará la media de lo sacrificado a lágrimas, ni de lo usurpado a tientas, ni de lo perdido. La infamia y la caridad caerán en un mismo saco, sin indulgencia ni galardón. No habrá debate ni exposición sobre lo bien o mal que supimos gestionarnos. Nada valdrá lo aprendido, ni lo olvidado, ni lo extirpado con rabia. Nada valdrá lo amado ni lo odiado. Nada valdrá el calor con el que pudimos conmover a las estrellas. Ni la indiferencia con la que hicimos nacer tormentas sobre tantas cabezas. Al final, cada labio correspondido no valdrá su sabor. Y cada corazón roto será una víscera menos en el cómputo de sueños. Al final, no habrá lamentos justificados, ni sonrisas resbaladizas que confirmen lo anhelado. No habrá reencuentros, ni reproches. Y todo sacrificio, todo, habrá sido en balde.
Al final los buenos no recibirán ningún premio. Y los malos, ningún castigo. Contad con ello.