siempre hay algo que contar...

viernes, diciembre 30, 2005

lecciones 2005...

Algunas posibles lecciones a extraer del año que nos deja:


Que poner verjas a la necesidad ni consigue solventarla ni detiene a los que huyen de ella.

Que las leyes evolucionan como evoluciona la sociedad.

Que la Iglesia no evoluciona como evoluciona la sociedad.

Que no sólo es posible iniciar una guerra ilegal e injustificada sino que, además, es posible mantenerla activa aun después de reconocer las mentiras que la provocaron.

Que este país sigue dividido. Que hay demasiada rabia incubada como para razonar y limar diferencias. Que todos creemos en nuestra verdad absoluta y, por tanto, somos preocupantemente manejables.

Que el terrorismo sigue siendo el repugnante arte de renunciar a tener la razón, provocando además el mayor daño posible. Que ningún fin justifica algunos medios y que a veces parece que ya es demasiado tarde para cambiar las cosas.

Que la naturaleza sigue siendo la mayor genocida. Que está cabreada y que no lo disimula.

Que algunos extremos de la crueldad humana jamás dejarán de sorprendernos. En una cocina, en un patio, en una cárcel, en un cajero.

Que algunos extremos de la solidaridad humana jamás dejarán de sorprendernos. En Banda Ache, en Londres, en Nueva Orleans, en Cachemira.

Cónclave: Junta de los cardenales de la Iglesia católica, reunida para elegir Papa.

viernes, diciembre 23, 2005

creer en la Navidad...

Si fallece un pez sin siquiera recordar su nombre; si avanzan paralelos, casi unidos, caminos que no divergen; si asoma una brizna de hierba entre las rocas.

Si hay vida incluso dónde no la custodian ni el agua ni la luz; si en el bolsillo me cabe tu voz, tu gesto y tu imagen; si por no responder, no preguntamos.

Si inventamos sonidos con los que suplantar el llanto; si morimos, ajenos, a cada leve golpe de ausencia; si la prole de un árbol crece a cientos de kilómetros.

Si no eres tú, ni soy yo, sino el delicioso cómputo común; si toda verdad es subjetiva, expuesta al cambio de cada percepción; si dos no hacen uno si uno no quiere.

Si en un sólo gesto leo tres tomos de tu biografía; si en algún sótano descansa el arte embalsamado; si creo en lo que siento, y no en lo que veo.

Si un lápiz disemina lo que debería llevarse el viento; si puedo seguir el crepúsculo en el perfil de un solo olivo; si por mucho madrugar no siempre amanezco a tu lado.

Si las corazas se caen como cortezas inermes; si alguien cree en la decisión de desmembrar margaritas; si en algún lugar, no muy lejano, sufren por nosotros.

Si la inocencia de un niño amplifica la triste inercia de toda madurez; si acorralamos el miedo entre el broche de un abrazo; si en el canto de una traición se despeñan cien mil caricias.

Si la piel absorbe el aire de las palabras que no decimos; si en los lapsos de calma queda latente la necesidad del verso; si el dolor es creación, y la creación riqueza, y así, al final, el dolor es la riqueza del alma.

Si sé cómo hacer que el tiempo se detenga entre tu boca; si me asalta la emoción al trepar por un acorde; si tenerte cerca es cercar mi paraíso… no necesito creer en la Navidad.

martes, diciembre 20, 2005

La reverencia de los juncos...

Todo transcurre despacio. El cielo difumina el sol como una regadera que humedece pero no moja. El mar se envalentona en el norte pero a menos de un kilómetro, en el sur, reposa tranquilo como un espejo ondulado de traslúcidos turquesas. La isla sonríe deshabitada, menos viva que en verano pero más coqueta. Las dunas se peinan y acicalan traspuestas por el viento que desembarca en nocturnidad. Los faros relamen los posos de luz de la pasada madrugada. Las ovejas, estáticas, se explican teoremas y las higueras se mantienen impasibles descansando sus brazos en muletas de madera. Junto al acantilado, un comité de gaviotas repasa el parte metereológico, pros y contras de alzar el vuelo. Al pasar junto a ellos, devuelvo, cortés, la reverencia de los juncos sometidos por la brisa. Todo casa en el scrabble de la memoria, como una comparsa mil veces ensayada. La arena húmeda y compacta que no aspira a nadar, mantiene intactas las huellas de los días pasados, sumándolas a la espera de nuevas primaveras. Todo es más grande de lo que parece y uno es más pequeño de lo que cree. La isla hiberna y su respiración, lenta y entrecortada, te regenera ese híbrido entre cabeza y corazón que muchos llaman alma.

dejarnos en paz...

Debemos volver a aprender. Volver a activar la maquinaria que hace que nos hagamos menos daño. Volver a confiar en los gestos, en las palabras y en las actitudes que creemos correctas. Volver a ser lo que somos y no lo que deseamos proyectar. Volver al tacto, a lo desinteresado de las entregas, a la ternura diaria exenta de motivos. Debemos alternar el concepto de gratitud, creer fielmente que a veces obsequiar es mejor que recibir. Debemos obsequiar, más allá de lo palpable. Obsequiar presencias, modos, calmas y armonías. Debemos renovar los placeres imperiosos, la suma de innecesidades instaladas en nosotros. Debemos cambiar, pero cambiar despacio, sin pretender abarcarlo todo en premuras insostenibles. Cambiar el paso y así, metro a metro, cambiar el camino. Debemos hacer nuestra la manta de la relatividad. Relativizar los desarrollos que concluyen en alegrías y decepciones. Depender menos de ellos. Conseguir mantener estable lo que es estable, sin fluctuaciones gratuitas tras cada pequeño tropiezo. Debemos positivar cada parte de cada fase de cada proceso, depurar y minimizar las exigencias que nos abocan a grandes o pequeños pero al final constantes fracasos. Debemos conocer los efectos secundarios de toda pérdida o dejadez, esperarlos en lugar de dejar que nos golpeen, abrirles la puerta para que entren y salgan a la misma velocidad. Debemos plantar cara a lo previsible del miedo y a lo inherente del dolor, saber que todo mal es pasajero y otorgarle, diezmada, la importancia que merece. Debemos querernos, menos que la soberbia pero más que el abandono de todo objeto infravalorado. Tenernos presentes. Protegernos de nosotros mismos. Salvarnos. Mimarnos un poco.

Al fin y al cabo, debemos dejarnos en paz. Y en paz, seguir adelante.

viernes, diciembre 09, 2005

en otoños ventosos...

María
Oh! Don Cosme! ¿Es real esta visión, o son cánticos de sirena los que enmohecen mis ojos poniendo ante mi aquello que más deseo?

Don Cosme
Es tan real como que los grillos, y no las sirenas, me han acunado en las noches que no amanecí a vuestro lado. Tan real como la luna, María. Tan real como el páramo en el que despedí tu figura. He vuelto. Para quedarme.

María
No es sólo una visión sino la caricia de una promesa. Una manta en este invierno, una mano que me arrulla… si sueño, por favor, no me dejéis despertar.

Don Cosme
María, qué ingrávida tu melodía. Y qué tentador tu verso, placebo pausado, que con quirúrgico rigor extirpó mis soledades.

María
No me digáis, don Cosme, que tentado en latitudes que una ni alcanza a imaginar, habéis regresado con el deseo intacto por esta simple campesina.

Don Cosme
Le diré que en cada piedra, en casa sombra del sendero, en el espejo de cada arroyo, veía reflejada la cara de esta ‘simple campesina’, tan simple que no dejó a pensamiento alguno ocupar su espacio en mis adentros.

María
Por Dios!!… Ahora lloraría si no temiera que mi propio llanto me cegara un instante nomás, y tras él, dejara de verle.

Don Cosme
Puede llorar, María. Puede, incluso, arrimarse y llorar sobre mi hombro. Así, hasta en la oscuridad del profundo suspiro, sabrá que sigo aquí y que no pienso moverme.

María
Ohh!! Don Cosme!!! Tiemblan mis piernas y se doblan como las espigas en otoños ventosos. No reacciona mi cuerpo sino al júbilo de verle, corazón y cabeza bloquean mis sentidos…

Don Cosme
Entonces seré yo quien se acerque, la tomé en brazos, la lleve hasta el lugar más dulce del cobertizo y le muestre cuán real puedo llegar a ser.

María
Ahhhhh…………. Nada me haría más feliz.

miércoles, diciembre 07, 2005

la tez de los madrigales...

Yo te daría agua de los naranjos si fueras capaz de mirarme a la cara. Y nieve, de la que nace bajo el olivo cuando mueren los otoños. Yo giraría hacia ti la tez de los madrigales, lunares sobre la hierba que proyectan sin deslumbrar su cinexín de primaveras. Yo te robaría inviernos, en cajas de madera y fondo de paja, con los que traficar en julio mientras otros se derriten. Y te impregnaría, de barro y sal, miedo y purpurina. Yo te miraría en el rumor de las aguas donde alborota la espuma. Te invitaría a compartir el oxígeno de los bosques donde temo dormir solo, aquellos en los que se reúnen a debatir los ruidos sin procedencia. Yo te instruiría en las caricias del helecho, tan livianas que hipnotizan. Y en las ingenuas palabras del viento al golpear la persiana. Te adiestraría en verbos y amaneceres tan intensos que marean, como marean nuestra imperfección los aromas más sutiles. Te vestiría de arena y fósiles nacarados. Todo en su sitio y todo difuminado, como en las obras que no describen sino sólo sugieren. Yo te haría olvidar la miseria de los hombres que entorpecen el camino. Te dotaría de alas con las que poder planear. Y te pediría que, alguna vez, planearas volar conmigo.

lunes, diciembre 05, 2005

"Amor Injusto"

Escena tipo de la imaginaria telenovela “Amor Injusto”

CASA DE LOS MÉNDEZ – SALÓN - INT/DÍA

Alba Méndez y Julián Evaristo discuten.

Julián Evaristo
Mira, Albita, te tengo que decir una cosa, nomás.

Alba
Dilo, pues. Seguro que te quema en esa boca de serpiente que tienes.

Julián Evaristo
Ah! Sí… Pues debes saber que… que… ¡¡Panchito no es hijo tuyo!!… (sonido tensión - piano)

Alba
¿Qué tontería es esa? Yo estaba allí, en el paritorio y…

Julián Evaristo
…¡Y te desmayaste!… ¿acaso no lo recuerdas?… perdiste el sentido durante unos minutos… ¡Te hipnotizamos, Albita¡… te drogamos, te dormimos!..

Alba
Pero el niño… yo vi al niño… yo lo tuve en mis brazos…

Julián Evaristo
Lo trajimos mientras estabas sedada… Nosotros lo pusimos junto a ti. No era hijo tuyo. No era tu hijo.

Alba
¡Mientes! ¡No te creo víbora!… Yo estuve embarazada…. No sabes lo que dices. Yo lo tuve en mi vientre tanto tiempo!!!!….

Julián Evaristo
No era Panchito lo que crecía dentro de ti…

Alba
¿Pues quién era entonces? ¿Qué hicisteis con mi bebé?…

Julián Evaristo
Tu…. Bebé…. Tu bebé no era un niño, Alba.

Alba
Ah, ¿¿no??… ¡¡Estás loco!!.. Estás enfermo… ¿Cómo no iba a ser un…?

Julián Evaristo
Era un calabacín, Albita… Diste a luz un calabacín…

Alba
¿Qué diablos dices?

Julián Evaristo
Te implantamos un calabacín transgénico para simular tu embarazo… Eso era lo que crecía dentro de ti. Mientras, otra mujer paría a Panchito… y te hicimos creer que era hijo tuyo… es verdad, Albita. No te estoy mintiendo.

Alba
¿Y dónde está? ¿Qué hicisteis con él?…

Julián Evaristo
… ¿Con quién?

Alba
Con lo que salió de mi!!!… con lo que tuve que gestar, y alimentar, y parir… ¿Qué hicisteis con él malditos Mengeles???? …

Julián Evaristo
Hicimos un puré…

Alba (llorando amargamente)
… ¡¡¡Malnacidos!!!… ¡¡¡Malnacidos!!!… ¡¡¡Os comisteis a mi hijo!!!!.

viernes, diciembre 02, 2005

en este preciso instante...

En este preciso instante una abeja lucha contra el viento adherida al filo de un pétalo rojizo; un charco se vacía; una hoja se balancea, se lo piensa y cae, espantada por el rumor de que siempre acaba el otoño; un hombre llora; una mujer llora; una niña contrae el SIDA en Ciudad del Cabo; un avión despega sin saber que nunca aterrizará; una gacela cae ante el poder retráctil de la monarquía selvática; un vaso se rompe; un buzón se traga el último intento de salvar un sueño; un joven se olvida el chándal para evitar mostrarse en el vestuario de clase de deporte; un genio resuelve la fórmula de su vida; un conejo se queda ciego; alguien prevarica y se enriquece; zarpa un barco; nace una estrella de mar; cambia el turno en un hospital; dos personas se conocen; una se enamora; el sol se pone en algún lugar; una mano se queda sin tinta; un renacuajo aprende a nadar; un niño pisa un escorpión; un horno huele a pan; muere un alto ejecutivo; alguien termina su libro; un perro agoniza a orillas del Ganges; suena un disparo; un dardo atraviesa el centro de la diana; un barrio se queda sin luz; cogolla una planta tabú; alguien se hace suya una cita; cierra un museo en Kabul; un rey es destronado; un hombre tropieza paseando seis perros en Central Park; un convicto, en el patio, se arrepiente; un taxi echa humo en Pekín; pare, a solas, una cebra; un periodista titula; alguien es despedido; un dorsal cruza la meta; una ley es derogada; una voz pide ayuda; alguien escucha la radio en un entierro; dos chicas hacen el amor; un contestador se queda sin cinta en plena declaración; ruge una ola; gira un calendario; se agota una cantimplora en mitad del desierto; alguien decide que su color será el azul; un globo se eleva; un aforo se conmueve, y emociona y aplaude ante una melodía; un deseo es correspondido; llueve sobre el trigo; un corazón encuentra su sitio; una palabra evita una guerra; una mirada, tenue, agradece al doctor que le acabe de salvar la vida.

Y nosotros, aun sin sentirlo, formamos parte de todo ello.

jueves, diciembre 01, 2005

en el rincon...

En el rincón donde no nacieron los niños, se amontonaban fotografías, restos de cerillas y guirnaldas desgastadas de lo que nunca se celebró. Cuando aumentaba la corriente, volaban post-its con los nombres de los que aun podían salvarse. A veces se contaban por centenares. Si uno tenía la fortuna de toparse con su homónimo papelito amarillo, sabría que el rumbo era variable y, de desearlo, podría cambiarlo. Desgraciadamente, la mayoría se dedicaba a capturar y destruir los post-its ajenos. De este modo, sus vecinos jamás conocerían su suerte y, por extensión, jamás podrían alterarla.