siempre hay algo que contar...

miércoles, marzo 15, 2006

autopista...

Marta se ducha y viste deprisa. Olvidó cambiar el despertador del domingo y se ha despertado de milagro, trastocada por el exceso de luz que certifica que es más tarde de lo normal. Saluda y acaricia a su pequeño labrador mientras coge el bolso, la chaqueta y el paraguas y sale de casa. Apretando un poco, 15 minutos sobran para llegar a Palma y no perderse el inicio de la reunión. La verdad es que desde que se han descentralizado los núcleos habitados, cada vez hay más gente a primera hora por la carretera. Mientras sonríe al escuchar uno de los Momentos Teniente de Pablo Motos y su No somos Nadie, entra en la rotonda de Aquacity. Llueve. Va un poco deprisa y la carretera está encharcada. Pero bueno, lleva un Golf GTI del 2005 que va, según dice siempre ella, “como una bala y sobre raíles”. Encara la curva de entrada a la autopista sin percatarse del atasco que comienza a formarse en ella. Cuando se da cuenta lo tiene casi encima. Da un volantazo a la izquierda. El suelo mojado. A cámara lenta, alcanza a ver a dos niños riendo con los brazos levantados y la boca muy abierta. Va directa hacia ellos. Y una luz.

Pedro se pone el traje negro, la camisa blanca y la corbata de cuadros grises que, aunque compró mamá, le regalaron sus niños. Dice que su corbata es el secreto para haber conseguido ser el máximo vendedor durante cuatro meses en su concesionario. La promoción y el aumento están más cerca que nunca. Su mujer sale antes hacia su consulta. Él lleva a los niños a la guardería. El truco para la calma matinal es bastante sencillo. Pablo y Óscar se sientan detrás y vociferan al unísono las canciones de la última película de Disney. Cada mañana el mismo ritual, como si aquella melodía hipnotizara de inmediato a las pequeñas fieras. Salen de Llucmajor y Pedro piensa una vez más que la nueva autopista le ha regalado 15 minutos diarios de sueño. Las escobillas vienen y van. Nunca le ha gustado conducir con lluvia y por eso va más despacio y por la derecha. A la altura de Cala Blava se ve casi obligado a parar debido a la congestión de tráfico. Se quita el cinturón y se gira, gesticulando como si fuera un director de orquesta dando entrada a las voces agudas de Óscar y Pablo. Casi no le da tiempo a ver dos manchas, difuminadas por la lluvia, que se les echan encima. Y una luz.

Juan, aunque se ha propuesto hacerlo, no consigue tranquilizarse. Todo el día pendiente de la agenda electrónica que gestiona su estresante vida de ejecutivo. Ya le dicen sus amigos; “tío, te va a dar un ataque”. Pero él sabe que es difícil llegar donde ha llegado con sólo 32 años, y piensa que tiene que aprovecharlo. Que ya se relajará cuando esté forrado. Sale del Arenal, repasando lo que les dirá a los alemanes para convencerles de lo de la gestión conjunta. Y entra en la autopista. Un coche, en el carril de la izquierda, marcha a poco más de 100. Juan le presiona, pegado a su parte trasera, mientras se dice a si mismo “Cuatro gotas y ya va todo el mundo pisando huevos. Joder que mal se conduce en esta isla!”. El coche de delante parece no tener intención de retirarse. Juan, en uno de sus alardes al volante, cambia de carril y le adelanta por la derecha. Entra en la curva en la que no había calculado que se formaba una retención. Pisa el freno pero el coche se le escapa. Le da tiempo a ver a un hombre de mediana edad, trajeado, dado la vuelta, agitando en el aire un bolígrafo como si marcara el compás. Y una luz.

Marta muere en el impacto. Pedro sale despedido golpeándose contra un autobús que había enfrente y muere en la ambulancia media hora más tarde. Pablo muere en el impacto. Óscar queda atrapado en el amasijo de hierros en el que se convierte el coche de su padre y muere, junto al cadáver de su hermano, antes de que los bomberos puedan sacarlo. Juan queda malherido y muere en la misma ambulancia en la que muere Pedro.


Bon dia a tots…

Conducimos como si no nos importara nada ni nadie. Es para pensárselo.