siempre hay algo que contar...

lunes, marzo 13, 2006

eres...

Eres el despertar de los días de mayo, la pureza sublime de toda primavera. Eres la ambigua humedad de la madrugada, melodías sin procedencia y frescor de rocío. Eres el juicio que aun no he perdido, las migas de pan que recuerdan el camino. Eres el terreno que aun no he cedido al miedo, la paz, el pacto con la sonrisa. Eres el paréntesis donde se gestiona, sin escaparse, la armonía. Eres las cápsulas que endulzan la amargura general, el cementerio de la rabia y la tristeza, el exilio de las dudas. Eres el tacto invariable de las superficies amables, la habitación acolchada, la envidiable suavidad de los tejidos perfectos. Eres el poso de las grandes emociones, los terrones de placebo que disipan el tormento. Eres el claro en la espesura, el espacio seguro en el que ser rescatado. Eres la miga de pan que se lleva la espina, la exquisita combinación de la miel entre los labios. Eres la cortina que cubre el horizonte imperfecto, el telón abierto de las comedias sublimes, su guión, su aforo, su decorado y su aplauso. Eres el párrafo de las palabras prohibidas, suaves y lentas, que remiendan cicatrices. Eres la pupila que se cierra en compañía, serena y confiada, entregada a la hipnosis de los momentos inmortales. Eres el color que combina con todo, la fórmula magistral de la alquimia de caricias. Eres la frase correcta en el instante adecuado, el susurro abstracto de lo que siempre sobrevive. Eres la luz y el apetito, la jaula abierta y el puente inquebrantable sobre el río embravecido. Eres la pieza que siempre encaja, el sello lacrado de una hermosa invitación. Eres la piel y la llama. Eres las horas que sí contabilizo, la inercia que endereza el peligroso escorzo de mi tabla de madera. Eres las comillas de las palabras honestas, la batalla ganada, la sutil diferencia entre los días similares. Eres el susurro que mejora el silencio, el cristal por el que mirar lo que vale la pena. Eres, en realidad, la muerte de la rutina y el aderezo perfecto con el que sazonar las horas. Eres, en definitiva, aquello que queda cuando suprimo lo innecesario. Nada menos.